Ningún camino de transformación comienza en la cima. Comienza justo donde estás: en medio del dolor, de la duda o del deseo profundo de un cambio. Si has sentido que algo dentro de ti clama por más —más paz, más propósito, más verdad—, entonces este es tu momento. Empieza tu camino no con tus fuerzas, sino con una decisión: abrir tu corazón a Dios. Él no te exige perfección, solo disposición. Y desde ahí, todo puede cambiar. Él puede sanar tu pasado, darte fuerza en el presente y propósito para el futuro.